Capítulo 6 + Luchar

TransPower: el grito de las migrantes que reclaman derechos en Nueva York

Liaam Winslet teme morir antes de los 35 años, la esperanza de vida promedio para una mujer trans. La violencia, el maltrato y la falta de oportunidades contribuyen a la muerte temprana de este grupo de la población. En Nueva York, mujeres migrantes trans se manifiestan por sus derechos mientras recuerdan a sus compañeras.

Una protesta para conmemorar a las mujeres trans asesinadas. Crédito: Sofía Cerda Campero y Sindy Nanclares


Rodeado por cámaras, fanáticos y curiosos, el conductor Raúl de Molina esperaba en Times Square, en el corazón de Nueva York, una transmisión en vivo de su programa El Gordo y La Flaca. Vestía elegante, de azul marino, con el pelo relamido hacia atrás y los zapatos bien lustrados.  

No tenía manera de saber que ese viernes, el 12 de octubre del 2018, un grupo de doce mujeres, confundidas entre el público curioso de la calle, se preparaba para confrontarlo en televisión nacional.

En la otra acera, la activista trans Liaam Winslet, de chaqueta verde militar, zapatos Converse morados y una cola de caballo a medio colocar, susurraba instrucciones a un batallón de sus compañeras. “Guarden las pancartas”. “Tú, llévate a la chica para el otro lado”.

Cuando empezó la transmisión desde el estudio, un grito se escuchó desde lejos pero de forma clara:

“¡Trans!”, gritó Liaam con un puño al aire.
“¡Power!”, le respondieron en eco las manifestantes.

El programa televisivo, que desde hace 20 años reseña lo más importante de los chismes de la farándula y el entretenimiento, detuvo la transmisión en vivo desde Nueva York. Durante quince minutos pasó a comerciales y a los estudios de Miami.

“¡No, no, no! ¡No somos infiltradas! ¡Somos las trans, y estamos emputadas!”, continuaban gritando las manifestantes, lideradas por Liaam, y pertenecientes al Colectivo Intercultural TRANSgrediendo, una organización que aboga por los derechos de la comunidad latina LGBTQ en el distrito de Queens, ciudad de Nueva York. 


Ellas, al igual que la mayoría de las mujeres transgénero latinas en Nueva York, han buscado refugio en Estados Unidos huyendo de los prejuicios culturales, el machismo y la violencia de género que amenazaban con quitarles la vida en sus países de origen. El 79% de los asesinatos a personas trans en el mundo entre 2008 y 2018 han ocurrido en América Latina, según el registro de Trans Murder Monitoring Project, publicado en 2018.

El estado de Nueva York tiene una población de aproximadamente 17.300 personas que se identifican como transgénero. De ellas, las personas de origen latino/hispano son el segundo grupo más grande y, según el Williams Institute on Sexual Orientation and Gender Identity Law and Public Policy, el estado tiene la cuarta población más grande de translatinas en el país. El Departamento de Censo de los Estados Unidos no incluye a la población transgénero en su censo, lo que genera la falta de datos concretos sobre la comunidad; los datos existentes corresponden a encuestas realizadas por organizaciones que abogan por sus derechos. Por lo tanto, los resultados tienen varias limitaciones y se basan en estimados y/o muestras.

“Es difícil obtener información, en general, sobre personas que no están documentadas. Por sus preocupaciones sobre confidencialidad, la gente puede rehusarse a participar tanto en encuestas del gobierno como en otras”, comenta la Dra. Kerith Conron del Williams Institute on Sexual Orientation and Gender Identity Law and Public Policy.

Para las migrantes trans, en Estados Unidos la situación no mejora del todo. Los homicidios de mujeres trans están en aumento constante. De acuerdo con las estadísticas del Human Rights Campaign Foundation, ocho de cada diez personas trans asesinadas son mujeres de color. Esto incluye a mujeres afrodescendientes y latinas, ya que no hay registro de mujeres trans asiáticas.

“Nos están matando”, dijo Liaam durante la protesta. “Han matado a 28 mujeres trans este año y nadie dice nada”. Las mujeres reclamaban que, en medio de este estado de urgencia mundial, Raúl De Molina y su compañera Lili Estefan, “La Flaca”, se habían burlado de la comunidad en una de sus transmisiones.

Tres días antes de la protesta, la dupla televisiva había comentado sobre el aparente suicidio de una activista transgénero de 33 años originaria de Zacatecas, un estado en el norte de México, cuyo gobierno rechaza los matrimonios igualitarios y la adopción para parejas homosexuales. La activista se llamaba Itzel Aidana Ávila, y había criticado los comentarios de la ex Miss Universo mexicana Lupita Jones, quien se manifestó en contra de que las mujeres transgénero participaran en certámenes de belleza.

“Yo no considero tener nada en común con un transgénero”, había dicho Jones frente a las cámaras de la televisora mexicana TV Azteca.

Itzel le respondió a Jones por medio de un video que colgó en su muro de Facebook. “Se necesita muchísimo valor, muchísima fuerza y muchísimo carácter para poder lograr y ser esa persona con la que tú te identificas”, dijo, en referencia a la situaciones que enfrentan las personas trans. Su cara afilada y sin maquillaje lucía triste, resignada. “Por comentarios así es que la gente se suicida”, agregaba. El video parecía una premonición. 

Unas horas después, encontraron a Itzel muerta. El reporte policial no consignó que se trataba de una persona trans, como ella se identificaba, sino de una persona de sexo masculino.

“Si ese señor o señora, como les digan, se quiso suicidar, no le pueden echar la culpa”, De Molina dijo en defensa de Jones. Estefan, su compañera en la conducción, agregó: “en Estados Unidos, por ley, si naciste Roberto y de momento eres Juanita, sigues siendo Roberto”. 

Con esas declaraciones, Estefan mal informaba a su audiencia. En Estados Unidos, a excepción de Tennessee, las personas transgénero pueden corregir su género en el certificado de nacimiento con diversos procedimientos.

Somos las trans


Las personas transgénero son aquellas que no se identifican con el sexo que se les asignó al nacer. Según la OTD, las personas trans construyen su identidad independientemente de tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas, que corresponden al ámbito de la expresión, más que de la identidad de género. Aquellas a quienes se les asigna el género masculino al nacer y transitan hacia el femenino se les llama mujeres trans. Los hombres trans, en cambio, son aquellas personas a quienes se les asignó el sexo femenino y transitan hacia el masculino. Además, existen personas trans no binarias que no se identifican con el sexo asignado y transitan hacia un género neutro.

Las personas que se identifican con el género asignado al nacer y que por lo tanto no buscan transitar de género, se les conoce como cisgénero.

“¡Con falda o pantalón, respétame cabrón!”, gritaron las manifestantes.

Tres hombres estudiaban a Liaam a la distancia. “¿Es un hombre o una mujer?”, preguntó uno señalando a la líder de la protesta. “No sé, yo pensé que era mujer”, contestó otro. El tercero agregó: “se llaman hermafroditas”. 

“Muchas personas tildan la feminidad con querer ser como una mujer cisgénero,” dijo Liaam en abril del 2018, seis meses antes de la protesta, sentada en un sillón verde limón en su casa en Hillside, Queens.  “Quiero que la gente respete mi cuerpo sin importar si me veo o no me veo tan femenina.” 

Liaam no usa maquillaje. Tiene la piel morena y el pelo negro, largo y pesado. Cuando el día inicia lo lleva suelto y lo ata conforme pasan las horas, tanto pelo le da demasiado calor. Habla pausado y con contundencia, pero cuando algo la emociona sus palabras agarran rapidez y subraya sus oraciones con un “¡ay niña!”, seguido de una carcajada. 

Su cuarto huele a mandarina y tiene las paredes pintadas de turquesa. Es amplio, iluminado y está en orden. La cama, tamaño queen, está tendida y decorada con cojines de emojis sonrientes y peluches.

Al lado de la cama hay una repisa adornada con pequeños focos de colores, objetos que ha coleccionado de sus diferentes viajes a lo largo de 15 años de activismo: un hipopótamo de Sudáfrica, unos alebrijes de México, una mini botella de Johnny Walker Etiqueta Negra envuelta en un listón amarillo, azul y rojo, los colores de la bandera de su natal Ecuador. También hay libros, entre ellos Cómo mandar a la gente al carajo de César Landaeta y El niño homosexual en la escuela primaria y en la Biblia, de Jorge Orlando López. 

Desde los 12 años se involucró en el activismo, pero tuvo muy claro que, aunque se sintiera mujer, en Ecuador jamás podría verse como tal. “No podría ser una mujer trans en mi barrio cuando mis vecinos eran violentos, no iba a pasar de los tres días, que me hubiesen matado”.

Cuando Liaam vivía en Ecuador, su madre la culpaba de que su padre las hubiera abandonado porque ella era un “maricón de mierda”. Al fin y al cabo, su padre había sido contundente: “prefería tener un hijo ladrón o drogadicto que un hijo maricón”.

“Lo típico, ¿no?”, preguntó Liaam.

En 2015, 27,715 personas transgénero fueron encuestadas por The U.S. Transgender Survey, solo el 5% eran latinos. De ellos casi la mitad dijo que había sufrido alguna forma de rechazo familiar: dejaron de hablarles, no les permitieron llevar la ropa que identificaba a su género, las corrieron de sus casas o todas las anteriores.

“Despertarme todos los días y saber que saldré de mi casa y que probablemente un día no pueda llegar, o saber que alguna compañera mía esté viviendo situaciones difíciles… es duro”, confesó Liaam, mientras aguantaba las lágrimas con un respiro hondo. Está agotada de exigir lo que se debería de dar por sentado: que respeten sus derechos humanos.

“¡Eres transfóbico! ¡Eres transfóbico!”, coreaban las mujeres al unísono, dirigiéndose al presentador del programa.

Raúl de Molina, irritado y a la defensiva, no tuvo otra opción que transmitir la protesta. Abrió espacio al aire para hablar con las manifestantes, pero se rehusaba a aceptar sus declaraciones. Liaam se negó a participar en el programa, en protesta a la negativa de Molina. En su lugar, habló Elizabeth Chávez, de 36 años, quien una hora antes había escrito pancartas que decían: “Soy mujer. No señor o señora o lo que me quieran llamar”. Ella no tenía el menor temor de expresar su rabia.

“Si me ves como mujer soy mujer, si me ves como hombre soy hombre; no soy ‘señor, señora o como me quieran llamar’,” dijo Elizabeth al conductor. Vestía con una gorra de baseball y arracadas doradas. “Aceptamos tus disculpas pero no vamos a parar aquí porque tenemos que educar a la gente.”

De Molina, quien suele reír permanentemente, estaba confundido y enojado. Se inclinó sobre Elizabeth y reposó su brazo derecho sobre ella para amortiguar la tensión.

“¿Te puedo dar un abrazo?”, le preguntó a la activista.
“No”, respondió ella de forma contundente.

La confrontación entre un personaje de la farándula y una lideresa de mujeres históricamente marginadas parece no tener mucho sentido. Pero lo trans suele estar relegado al territorio del entretenimiento. Verlas y verlos solo en esos espacios es otra forma de no ver los problemas que afectan a esta población.“Señoras, gracias por venir”, se despidió De Molina.

Estamos emputadas


Elizabeth traía 28 fotos en la mano. Era 20 de noviembre y se conmemoraba el Día Internacional de la Memoria Transgénero. Había pasado más de un mes desde la protesta contra Raúl de Molina. Estaba parada en la acera de concreto en la plazoleta Manuel de Dios Unanue, en la Avenida Roosevelt. Tal y como lo había hecho delante de las cámaras en las protestas contra el programa El Gordo y La Flaca, una vez más, tomó el micrófono. 

“Voy a leer los nombres de nuestras compañeras que perdimos este año. Quiero que cuando los lea gritemos ‘Presente’”, dijo conmovida. Alrededor de ella más de 40 mujeres transgénero cargaban cruces con los nombres de las compañeras. 28 cruces para 28 muertes.

 “Vamos a decir ‘Presente’ porque ellas están aquí, en cada una de nosotras. Porque este camino que ellas recorrieron lo estamos recorriendo nosotras también. Cuando yo diga sus nombres gritamos ‘Presente’ con el puño en alto.” 

Tonya Harvey. Viccky Gutiérrez. Sasha Wall. Cathalina Christina James.

Corrientes de un viento congelado se colaban por las calles. Ahí, bajo una carpa color naranja chillante, mujeres trans, miembros de la comunidad LGBTQ, trabajadoras sociales y activistas se unieron para conmemorar las muertes trans. Las 28 muertes de 2018, las 29 del año anterior y las 23 de 2016. 

Londonn Moore. Ciara Minaj Carter Fraizer. Vanessa Campos. Shantee Tucker.

A lo lejos, Lorena Borjas observaba la escena. Tomaba del brazo a sus compañeras, quienes acurrucaban su cabeza contra su hombro mientras escuchaban los discursos. Una consola al fondo tocaba melodias tristes de rock cristiano. Era una noche de luto. 

Karla Patricia Flores Pavón. Keisha Wells. Dejanay Stanton. Roxana Hernández.

Lorena Borjas, una ex trabajadora sexual de 59 años, es la principal activista transgénero latina de Nueva York. Fundó el Colectivo Intercultural TRANSgrediendo, el mismo que organizó la protesta contra del programa El Gordo y La Flaca.  

Lorena ha superado la esperanza de vida de una mujer trans por casi el doble, y ahora aprovecha estos años “extras” para ayudar a más de 500 trabajadoras sexuales transgénero. Esto va desde ayudarlas a obtener asilo político o una residencia permanente, hasta acceder a pruebas de VIH y repartir condones en la calle.  

Lorena parece inamovible. Es una mujer grande, de espalda ancha y manos pesadas decoradas con anillos dorados como toda una jefa de familia, una figura autoritaria sin duda. Es dura y determinada, habla con pocas palabras y demuestra el resto con acciones. Su capacidad de entrega es inagotable. 

Originaria de Veracruz, un estado al sur de México, huyó de su país en 1981 con un objetivo: encontrar la libertad para ser quien es. 

“En México me tenía que conformar con ser travesti”, dijo Lorena. “Ni siquiera sabía que había una palabra para mujeres como yo, mujeres transgénero. Me vestía como mujer pero mi cuerpo aún era de hombre, me llamaban ‘Lucha’. No fue hasta que llegué a Nueva York que pude comenzar mi transición, ser Lorena, mi nombre real.” 

Con la transición también vinieron años de trabajo sexual en la Avenida Roosevelt, andando entre la calle 69 y la 103, sufriendo violencia, adicciones y falta de acceso a servicios. Lorena se retiró de la prostitución en 1995 por miedo a ser deportada.  

Ese mismo año comenzó a ayudar a trabajadoras sexuales que pasaban por experiencias similares a las de ella. “La estadística iba creciendo, las mujeres trans iban muriendo, las mujeres trans se seguían infectando”, recuerda Lorena sobre los inicios de los noventa. A partir de ahí no ha dejado el activismo: es así como la vida Lorena se interceptó con la de Liaam. 

En el 2013 Liaam tomó un avión para asistir a un congreso trans en Filadelfia. Había decidido hacer su transición en Estados Unidos y sabía que no regresaría a Ecuador. Así, dejaba atrás el acoso de un miembro de una pandilla quien amenazaba con matarla por respaldar en grupos de apoyo a trabajadoras sexuales jóvenes trans. Él le decía que “le estaba fregando el trabajo, que las putas tienen que darle [dinero] porque para eso son putas”. 

A pesar de que Lorena le ofreció ayuda, a Liaam las cuentas aún no le rendían. Durante su primer año en Nueva York se dedicó al trabajo sexual, oficio que no le era ajeno: había hecho su primer trabajo sexual a los 15 años.  

Sasha Garden. Jessenia Paparazzi. Vanessa Campos. Vontashia Bell 

Esa noche, durante la ceremonia de conmemoración, Lorena, la inquebrantable matriarca de la comunidad, se veía por primera vez indefensa y vulnerable. 

Christa Leigh Steele-Knudslei. Celine Walker. Nikki Enriquez. Zakira Fry, Kelly Stough. 

Liaam tomó el micrófono. Tenía, una vez más, su cola de caballo de lado a medio hacer, y la misma chaqueta verde militar que había usado para la manifestación. Esta vez, sin embargo, llevaba un listón blanco de luto en el lado izquierdo del pecho. 

“Yo tengo un lema que me gusta siempre dejar en claro”, dijo. Miró hacia el piso y sonrió con pena. “Yo lo grito y ustedes lo repiten”. 

Lorena se paró al lado de Liaam y puso su brazo derecho sobre su hombro, hizo un puño con el brazo izquierdo. 

Todas corearon: “¡No, no, no! ¡No somos infiltradas! ¡Somos las trans, y estamos emputadas!”

Sofía Cerda Campero es periodista y traductora. Es licenciada en comunicación y tiene una maestría en periodismo bilingüe por The Craig Newmark Graduate School of Journalism at CUNY. Escribe sobre género, migración, cultura y comida para medios en Estados Unidos y México. Es originaria de la Ciudad de México y vive en Nueva York desde hace cuatro años.
Sindy Nanclares es periodista de multimedios colombo-americana. Graduada del programa de periodismo bilingüe en Newmark School of Journalism at CUNY, Sindy cubre temáticas sociales relacionadas a comunidades poco representadas en Estados Unidos a través de periodismo investigativo e historias en video. Actualmente, Sindy trabaja como productora para Brut México.