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Fronteras del derecho / Fronteras de la ley

Las mujeres brasileñas hoy migran hacia otros países de América Latina para realizarse abortos legales. Un privilegio de pocas, pues la práctica del aborto inseguro e ilegal sigue siendo una de las principales causas de mortalidad materna en el país y también en Latinoamérica.

Primavera feminista en Brasil / Primavera feminista no Brasil.
Crédito: Luís Felipe Marques
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María*, brasileña de 26 años, tuvo que enfrentar un drama vivido por numerosas mujeres en su país: un embarazo no deseado. No quería seguir adelante, sin embargo se encontró con una realidad que limita la autonomía de los cuerpos de las mujeres: la criminalización del derecho a elegir. 

Fue a buscar ayuda en redes de apoyo y encontró algunas opciones. En Brasil, todas eran ilegales. María tuvo miedo de realizarse un aborto inseguro y fue a buscar opciones en otros países. Cuba fue el destino escogido por indicaciones de organizaciones de mujeres que intentan servir de puente entre países que ofrecen procesos de aborto seguro y mujeres que quieren acceder a este derecho.

“Es una decisión solitaria, difícil en mi país, criminalizada. Quise buscar un lugar en el que yo pudiese tener un mínimo de acogimiento y sentirme segura”, reflejó María. En Cuba, el aborto es permitido hasta las 10 semanas y está garantizado en el sistema de salud para todos los residentes de forma gratuita. Para las extranjeras, después de pasar por una evaluación clínica, puede ser realizado por un valor que gira en torno a los 1000 dólares.

La realidad de María es una excepción. El aborto inseguro es una de las principales causas de mortalidad materna en América Latina y el Caribe, según la Organización Panamericana de Salud (OPS) 2018. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cerca del 21% de las muertes maternas en esta región se debe a complicaciones relacionadas con este procedimiento. Casi todas las muertes podrían prevenirse si no fuera por los abortos clandestinos y las condiciones insalubres en los que se realizan. Ante este fenómeno, ha aumentado el número de mujeres y jóvenes que han optado por viajar a otros países para realizarse un aborto de manera segura y legal.

En Brasil sólo son permitidas tres causales para realizarse un aborto. Estas se refieren a casos de violación, riesgo de vida de la madre y por malformaciones congénitas irreversibles, al igual que en Argentina, Chile, Colombia y Bolivia. Sin embargo, hay dos países en Latinoamérica donde está legalizado el aborto: en Cuba, desde los años sesenta, y en Uruguay desde el 2012. En este último, para las extranjeras el aborto puede ser realizado si llevas más de un año de residencia en el país.

Según la abogada y profesora de derecho penal Luciana Boiteux, responsable de la Arguição de Descumprimento de Preceito Fundamental (Argumentación sobre el precepto fundamental de la desobediencia civil, ADPF) 442, que exige la despenalización de la interrupción inducida y voluntaria realizada en las 12 primeras semanas de embarazo – definidas por el Supremo Tribunal Federal (STF), por el Partido Socialista e Liberdade (PSOL) y por el ANIS: Instituto de Bioética, Direitos Humanos e Gênero en marzo de 2018 –, las migraciones son legales (con fines de realizarse un aborto). Una vez que la mujer realiza el procedimiento en el país donde la práctica del aborto no es considerada un crimen y ella no puede ser procesada y obligada a retornar a Brasil. “Ella estará ejerciendo su derecho de transitar libremente, sin embargo esto debe hacerse con precaución y, para su protección, en secreto”, argumenta Boiteux. 

Aunque todavía está criminalizado en el país, el código penal brasileño establece que la ciudadanía sólo puede responder a crímenes cometidos en el territorio nacional. En el caso de delitos cometidos fuera del país, sólo pueden ser castigados si en el país donde se cometió tal acto también lo considera un crimen, lo que no es el caso del aborto en Uruguay y Cuba, por ejemplo.

“Las ricas abortan, las pobres mueren”

Rogéria Peixinho, activista y líder en Brasil de la Marcha da Vadias (“Marcha de Perras”, en español), señala dos elementos fundamentales que se dan en este nuevo fenómeno migratorio de mujeres: la discriminación respecto de la clase social y el riesgo de las las mujeres de ser estigmatizadas por movimientos conservadores que hablan ya de “turismo abortivo”. “Debemos tener mucho cuidado al evaluar estas migraciones porque, infelizmente, el acceso al aborto seguro es sólo para una clase social. En Brasil, tenemos varias clínicas clandestinas que realizan abortos ilegales pero seguros por alrededor de 1500 dólares y un viaje a otro país no sale en menos que eso. Es una ayuda, pero para una pequeña y privilegiada parte de la población”, reflexiona Peixinho. 

Según María, después de realizar su procedimiento, decidió ayudar a otras mujeres que estaban pasando por el mismo proceso que ella. “Cuando decidí abortar me sentí perdida. Hoy busco mucha información e intento transmitirla cada vez que me lo piden. Aprendí que debemos luchar por nuestra salud, por nuestra autonomía. No tengo dudas de que fui una excepción y quiero luchar en mi país para que sea un derecho”. Hoy María es parte de una red de mujeres que apoyan a otras que deciden abortar.

La encuesta realizada por UnB_UERJ en 2009, muestra que la mayoría de las mujeres que acuden al servicio público con secuelas de aborto inseguro son mujeres pobres, con hasta ocho años de estudios, que viven con una pareja estable, católicas, trabajadoras, con al menos un hijo, que usan métodos anticonceptivos y son jóvenes, tienen entre 20 y 29 años. 

La encuesta Anis-Unb de 2010 confirmó este perfil con más detalle. Reveló que el 23% de las mujeres que cursaron hasta cuarto año de escuela primaria tuvo un aborto, en comparación con el 12% de las que completaron la escuela secundaria. También mostró que la proporción de mujeres que aborta aumenta con respecto a la edad, que va del 6% (18 a 19 años) al 22% (35 a 39 años). Además confirmó que la mayoría de los abortos fueron realizados por católicas, seguido por protestantes y evangélicas, y finalmente por mujeres de otras religiones o sin religión.

Manifestação para a descriminalização do aborto no Brasil. Crédito: Viviane Tavares

A contracorriente de nuestros derechos

A principios de este año, la Organizaciòn Mundial de la Salud (OMS) y la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU lanzaron la Base de Datos de Políticas de Aborto Global, con información sobre leyes, políticas y estándares de salud del aborto en países de todo el mundo. El banco de datos busca promover una mayor transparencia de las leyes y políticas sobre el aborto, así como mejorar la responsabilidad de los países para proteger la salud de las mujeres y niñas, así como los derechos humanos.

“Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades” es el tercero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.  Dentro de éste se contemplan diversas metas, una de las cuales es garantizar, para 2030, “acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación de la familia, información y educación, y la integración de la salud reproductiva en las estrategias y los programas nacionales”.

Angela Freitas, coordinadora del Frente Contra a Criminalização das Mulheres pela Legalização do Aborto (Frente Contra la Criminalización de las Mujeres por la Legalizaciòn del Aborto), evalúa que, a pesar de las indicaciones mundiales que explican que la legalización del aborto es una necesidad reconocida por organismos de salud y exigida por mujeres de todo el mundo, ha habido un retroceso en los países de Latinoamérica causado por el ascenso de grupos conservadores al poder. 

“Existe un movimiento organizado de parlamentarios en diversos países ligados a religiones que han legislado y dificultado el avance de la agenda pro-aborto”, explica Angela Freitas. En Brasil, fueron presentados entre 2018 y 2019, 30 proyectos de ley al Congreso con el objetivo de restringir, dificultar o impedir el acceso al aborto legal. El Frente Parlamentar em Defensa da Vida e da Familia (Frente parlamentario en defensa de la vida y la familia) de la actual legislatura, reúne más de 200 parlamentarios que están claramente contra la legalización del  aborto. La mayor parte de ellos vinculados a religiones de diferentes denominaciones, como evangélicos, católicos y espiritistas.

Luciana evalúa que tanto en Brasil como en toda América Latina hay avances y retrocesos desde la Primavera de las Mujeres en 2016. “El hecho es que hubo, desde la primavera feminista latina, una mayor concientización de las pautas y luchas de las mujeres. Y este proceso, en Brasil, llegó a su punto máximo cuando conseguimos una audiencia pública en el Supremo Tribunal Federal (STF) y, en Argentina, cuando fue votada la legalización. Hoy las brasileñas, y las latinas en general, tienen más información”, reflexiona y agrega: “Sin embargo, a fines del 2018, tuvimos la llegada al poder de un gobierno y de un centenar de parlamentarios y parlamentarias de extrema derecha, que marcaron un retroceso en esta lucha que estaba avanzando”. La audiencia pública sobre la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 12 de gestación cumplió un año el pasado mes de agosto.

Según el ginecólogo y ex-viceministro de salud pública en Uruguay, Leonel Briozzo, cuando la ley en Uruguay fue promulgada, América Latina sufrió la influencia de sectores religiosos fundamentalistas y de políticos conservadores. Briozzo apunta como un importante camino la construcción de un espacio de diálogo. “Es necesario unir fuerzas hasta con sectores más moderados”, explica

Primavera feminista en Brasil / Primavera feminista no Brasil. Crédito: Luís Felipe Marques

Redes de solidaridad por la vida de las mujeres

El caso de Rebeca Mendes Silva fue emblemático en Brasil para retratar la migración en búsqueda del derecho al aborto. En 2017, después de enviar una carta al Supremo Tribunal Federal y recibir la negación de este pedido, promoviendo una red de movilización para sustentar jurídicamente su defensa, Rebeca consiguió realizar su procedimiento en Colombia con nueve semanas de gestación con el apoyo del Consorcio Latinoamericano contra el Aborto Inseguro (Clacai). En el país donde realizó el procedimiento es permitida la interrupción del embarazo en casos que ponen en riesgo la salud física y/o mental de la mujer, violación y malformación del feto. La posición de Colombia fue considerar legal el aborto para preservar la salud mental de Rebeca.

“Fui parte de un colectivo de abogadas que actuó en el caso para defenderla, pero en esa época, la Ministra Rosa Weber (jueza miembro de la Suprema Corte Federal de Brasil) se opuso con el argumento de que su caso no cuadraba con ninguno de los permitidos en Brasil. Por articulación y solidaridad, Rebeca pudo ir a Colombia donde las leyes son menos rígidas, aunque todavía no sea legal”, señaló Boiteux.

Otra iniciativa muy esperada por las mujeres de Latinoamérica es la propuesta de la ONG Women on Waves, que desde 1999 proporciona a las mujeres de todo el mundo abortos en alta mar en un barco convertido en clínica móvil. Cuando las embarcaciones están en aguas internacionales, se rigen por las leyes del país donde fueron registradas. En Holanda, el aborto es legal durante los primeros tres meses de gestación para todas las mujeres que desean hacerlo. Por lo tanto, este barco de origen holandés realiza abortos en alta mar frente a países donde el procedimiento no es permitido. Women on Waves ya actuó en Irlanda (2001), Polonia (2003), Portugal (2004), España (2008) y Marruecos (2012). En 2008, la organización llegó a planear una campaña para Brasil, pero la dificultad en la logística debido al tamaño del país y la complicada situación legal, impidieron cumplir el objetivo.

En Brasil, la movilización por el Incumplimiento del Precepto Fundamental (Arguição de Descumprimento de Preceito Fundamental o ADPF) 442, que cuestiona los artículos 124 y 126 del Código Penal, referentes a la tipificación del aborto como crimen, contó con un fuerte apoyo de mujeres en América Latina, en especial de Argentina y México. La ADPF está en trámite y sostiene que la prohibición del aborto va en contra de preceptos fundamentales de la Constitución Federal, como el derecho de la mujer a la vida, a la dignidad, a la ciudadanía, a la no discriminación, a la libertad, a la igualdad, a la salud y a la planificación familiar, entre otros. En esa misma época, las mujeres brasileñas salieron a las calles para apoyar la ola verde Argentina, en ocasión de la votación de la legalización del aborto en ese país, que finalmente no se aprobó.

“LA ADPF tiene como objetivo ampliar la lucha por los derechos de las mujeres en el Poder Judicial, pues el debate en el Parlamento está muy limitado, mucho más aún con el Congreso vigente. Un año después, luego de ser enviado a la Procuradoria General da República, aún está en suspenso. Hubo una declaración del procurador José Antonio Dias Toffoli que dijo que no interferiría en esto para no generar un conflicto entre el Poder Judicial y el Parlamento”, explica Boiteux.

El 28 de septiembre, en el Día de Acción para el Acceso al Aborto Seguro y Legal, miles de mujeres salieron a las calles a luchar por la despenalización del aborto. Movilizaciones por los derechos reproductivos y por la solidaridad que siguen haciendo ruido en toda América Latina.

*María es un nombre ficticio para preservar la identidad de la entrevistada.

Viviane Tavares es Licenciada en Comunicación Social y periodista. Vive en Rio de Janeiro, Brasil. Es co-fundadora de Eté Checagem y colabora con medios  alternativos de su país con áreas de derechos humanos, salud y género. 

Traducción al español por Simona Paranhos